Los íberos según Estrabón

Estrabón fue un geógrafo e historiador greco-romano nacido en Amasya (ciudad del Ponto, Asia Menor), en el año 63 a.C. Estudió en Nisa del Meandro (Asia menor) y en Roma gramática, geografía y filosofía estoica.Fue un gran viajero que recorrió toda Grecia, Asia anterior hasta Armenia y el Mar Negro, y Egipto siguiéndo el curso del Nilo hasta Asuán, en una expedición dirigida por el prefecto romano Elio Galo.

Residió largos periodos en Roma y Alejandría, dedicándose a sus trabajos eruditos. Compuso una obra histórica: "Memorias de Historia" (Historikà hypomnémata), de la que se conservan muy pocos fragmentos.

Su famosa obra que nos ha legado casi completa hasta hoy es "Geografía" (Geographikà), subdividida en 17 libros, que realizó entre el año 29 a.C. y 7 d.C., muchos años de labor de recopilación de datos. Los dos primeros libros son una introducción general y el resto está dedicado a Europa, Asia y África. Su interés es que no se basan únicamente en una compilación de datos geográficos, sino como era costumbre en los geógrafos greco-romanos, nos da una variopinta y valiosa infromación etnográfica sobre los pueblos que se extendían por todo el Imperio, intercalada con consideraciónes filosóficas e históricas. Se inspiró en las obras de Eratóstenes, Posidonio y, en el caso de Hispania, sobre todo en Polibio. El tercero de sus volúmenes, el que nos atañe, lo dedica exclusivamente a Iberia, en cuyo término engloba a toda la península que los romanos llamaban Hispania.

El historiador John S. Richardson, nos da una interesante información sobre la visión que nos da Estrabón en su obra "Iberia" sobre los diversos pueblos hispanos:

"Como casi todos los geógrafos antiguos, Estrabón nunca estuvo en la mayoría de lugares que describe, y desde luego parece que nunca puso sus pies en Hispania. Sus informaciónes se basan en varios autores anteriores y, por lo que al libro III se refiere, especialmente en Polibio (que escribió su Historia en la segunda mitad del siglo II a.C.) (...). Por consiguiente, buena parte de su obra está desfasada y trata de los asuntos que despertaban el interés de las clases cultas de un siglo y medio antes. Algunos capítulos están dedicados a identificar ciertos lugares de la región con sitios, pueblos y acontecimientos mencionados en la Ilíada y la Odisea de Homero, o a la larga discusión suscitada entre los autores griegos en torno a las Columnas de Hércules.


Iberia, tierra de salvajes:

Estrabón consideraba Iberia (nombre con que los griegos designaban a nuestra península) sustancialmente incapaz de aguantar la vida civilizada, concepto que para él significaba la vida propia de las ciudades de tipo griego y romano. Se burla de los generales e historiadores que dicen de los íberos que tenían más de mil ciudades, alegando que el único modo de alcanzar esa cifra sería si se contaran como ciudades a todas las aldeas grandes.
La naturaleza del país -dice- hace imposible del todo punto el establecimiento de un número excesivamente alto de ciudades, pues el suelo es demasiado pobre, las distancias entre lugares demasiado grandes y el clima excesivamente duro. Por consiguiente, excepto en aquellos que habitan en la costa situada <> -esto es, los que están en contacto con el Mediterráneo y, por lo tanto, con las fuentes de opulencia y la civilización-, los íberos viven en aldeas, son salvajes y están incivilizados.


En el panorama de la península que ofrece Estrabón se basa en la concepción general según la cual la civilización depende de la existencia de ciudades, y éstas se encuentran fundamentalmente al sur, excepto unas pocas situadas al centro, mientras que en el norte, tanto el territorio como sus habitantes, van volviéndose cada vez más salvajes y extraños.
Para entender esta descripción debemos tener en cuenta que su imágen de la península corresponde a una porción de tierra en forma de piel de toro -esto es, mas o menos un paralelogramo-, pero con una desviación de unos 90º de los puntos cardinales. Para Estrabón pues, los Pirineos forman el extremo oriental de la península (...). Así pues la parte meridional de la península incluiría para Estrabón todas las zonas a las que llegaron los romanos en primer lugar, especialmente la costa del mediterráneo y el valle del Guadalquivir.


La rica y fértil Turdetania:

En la descripción que hace de las diversas regiones de Iberia, Estrabón añade unos cuantos detalles a este cuadro general. En el valle del Guadalquivir, que, según dice, se denomina Bética, aunque sus habitantes lo llaman Turdetania, aparece representado como una región sumamente rica y fértil, provista de numerosas ciudades -doscientas, según algunas autoridades en las que se basa-, entre ellas grandes centros como Gades o Corduba. Dispone de ríos navegables y la travesía por mar desde Italia es bastante cómoda.

Exporta grano y y grandes cantidades de vino y aceite de excelente calidad (...) El mar es casi tan rico como la tierra, pues produce ostras y almejas, así como grandes atunes (...). Produce también gran abundancia de metales, obteniéndose oro en los ríos y plata de las minas. Además, ésta es la región en la que más evidente resulta la civilización, en el sentido que para Estrabón tiene ese término. Los turdetanos, siempre según Estrabón(...) en particular los que habitan en las proximidades del río Betis, han adoptado el modo de vida de los romanos, hasta el punto de que ni siquiera se acuerdan ya de su propia lengua y hablan latín.

Afirma incluso que se consideran así mismos latinos y que han recibido gran número de colonos romanos, de modo que poco les falta para ser todos romanos (...), lo que no quiere decir que en su época poseyeran los mismos derechos que los romanos concedían a los llamados <>. (...) En cualquier caso, sus argumentos no pueden estar más claros: los habitantes de la Bética, habían asimilado plenamente la idea grecorromana de civilización, posible sólo entre pueblos que mantenían un contacto fácil con otras regiónes civilizadas y que vivían en unos territorios en los que se daba dicho modo de vida.


La Lusitania según Estrabón:

En contraste con la población de la Bética, los habitantes de Lusitania (...) son, según Estrabón, los menos civilizados de la península. A pesar de la prosperidad natural del terreno, que posee grandes ríos aptos para la navegación y de arenas auríferas, y que -en particular al norte del río Tajo- permite buenas cosechas y permite la cría del ganado. la mayor parte de sus habitantes no saca provecho de estas ventajas y pasan la vida en continuas guerras entre sí y haciendo incursiones en las zonas situadas más al sur.

Los lusitanos son hábiles en emboscadas y llevan una vida muy austera. Practican además la adivinación examinando las entrañas de los cautivos de guerra, a los que sacrifican con este fin. Los montañeses son los más salvajes de todos. En dos versiones diferentes, tomadas probablemente de fuentes distintas, Estrabón afirma primero que beben agua y duermen en el suelo, y luego añade que dos terceras partes del año se alimentan de bellotas de encina y beben cerveza. Algunos no utilizan moneda y en su lugar se sirven del trueque de mercancías o de fragmentos de plata, que cortan de una plancha.(...)


El resto de la Península:
El cuadro general que ofrece Estrabón corresponde a una zona habitada por unos pueblos aislados de la civilización por la enorme distancia que los separa del Mediterráneo, tanto por tierra como por mar. Sólo posteriormente la mayoría de pueblos del norte abandonaron las guerras y el bandolerismo a raíz de las campañas de Augusto, y Estrabón recuerda que Tiberio apostó en la zona un cuerpo de tres legiones no sólo con el fin de mantener la paz entre ellos, sino porque en algunos casos eran necesarias para obligarlos a comportarse civilizadamente.
El resto de la región, que Estrabón denomina a menudo Iberia, el mismo nombre que da a la totalidad de la península, es mucho más variado que la rica y civilizada Turdetania o la salvaje e inhóspita Lusitania. Por un lado, está la serie de ciudades griegas e iberas que bordean la costa, con algúnas zonas fértiles, en especial la situada al norte de tarragona, correspondiente a la actual comarca del Ampurdán. Desde sus puertos se exportan algunos productos a Italia (...). Por otro lado afirma que el interior de la península está densamente poblado de bosques y que los celtíberos de la meseta viven en un territorio de enorme extensión, pero muy poco fértil, rocoso y propenso a las inhundaciónes.

Los celtiberos son proclives a dedicarse al bandolerismo, mientras que los cántabros, puede decirse que son casi insensatos, como demuestran algunas costumbres suyas bastante curiosas. Las mujeres son las encargadas de buscar esposa a sus hermanos, mientras que los varones son tan recios que, según se cuenta, algunos eran hechos prisioneros y, clavados en la cruz, entonaban cantos de victoria. Se afirma que hombres y mujeres guardan sus orines en cisternas para lavarse las manos y limpiarse los dientes con ello.
Esta descripción de la península resulta interesante no ya porque nos ofrece una "fiel" representación de la misma en tiempos de estrabón, sino porque presenta un cuadro de la región vista desde la perspectiva de una persona inteligente y culta, de quien cabría esperar que conociera de ella como cualquier otro miembro de las capas más altas de la sociedad de Roma, donde se estableció en 44 a.C. Naturalmente quienes visitaran las provincias de Hispania debían poseer mejor información de algunas zonas (...) No obstante, resulta bastante razonable presumir que, en opinión de la mayoría, la descripción de estrabón no difería demasiado de la que cualquiera de ellos habría podido dar."

Fuente: John S. Richardson, "Hispania, Provincia Imperial".

De todos modos pienso que ha Richardson se le ha olvidado mencionar un hecho trascendental. Que Estrabón hace caso a la "rumorología" en la visión de los pueblos hispanos más alejados, en pasajes que llegan ha producir la carcajada. Como bien dice Richardson, ni los mismos romanos que viajaban a Turdetania, Lusitania o al levante mediterráneo, podían dar mucha más información que Estrabón sobre los pueblos más remotos del norte de Lusitania, Celtiberia y del litoral cantábrico. Aunque su información sobre las zonas romanizadas es mucho más veraz.

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